Hasta hace pocos años no contábamos con tratamientos efectivos contra la hepatitis C. Actualmente, los avances en el tratamiento de la hepatitis crónica C están siendo muy notables y en continua revisión. Por lo general, consiste en la administración de dos fármacos (interferón y ribavirina) cuya dosis y duración deben ser individualizados según el peso y características del paciente y del genotipo del virus. Aunque se trata de fármacos muy caros y que a veces pueden tener efectos secundarios más o menos importantes, resultan muy útiles sobre todo para impedir llegar a un estadio de fallo hepático que obligue a realizar un trasplante de hígado, lo que todavía resultaría más costoso.
Además, el enfermo debe asumir unas medidas generales como la supresión de alcohol, una dieta equilibrada y normal sin restricciones, realizar ejercicio físico y mantener un peso adecuado, controlando las cifras de azúcar, colesterol y otras grasas corporales.
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